¡ELOISE, ELOISE! (Última Noche en el Soho, 2021, Edgar Wright)

El estreno de Last Night in Soho se produjo en España el 19 de noviembre de 2021, después de pasar por el Festival de Sitges

Es muy posible que la principal baza del nuevo trabajo de Edgar Wright sea ser sincero y respetuoso con sus referentes. Ofrecer una película con un aspecto renovado y revitalizador, es otro de los ases en la manga con los que juega ‘Last Night in Soho’; aunque sería extremadamente rácano no reconocer las virtudes propias con las que cuenta la película. No poner en valía el estilizado sentido visual de Wright para insuflar vida al relato, mezclado con el acertado sentido de la musicalidad de los años 60, es un error de base a evitar a toda costa. El film está concebido como un gran espectáculo audiovisual que se nutre, no sólo del propio cine, sino de las artes escénicas, la moda y el vestuario, y cierta corriente literaria rayana en el thriller psicológico, en la que la mente de la protagonista configura un caleidoscopio que da vida a dos épocas muy distintas dentro de un mismo monolito.

Se trata de una forma de pensar, con acento vintage, que se funde entre dos tiempos. No son más ni mejores los 60 que la actualidad, ni es menos la actualidad o peor si lo medimos con los 60. Se trata pues de un estado mental. De un trauma anterior con viaje iniciático y aprendizaje posterior, que quiere moverse entre diversos géneros y remanentes anteriores con un objetivo sanador. Podemos distinguir los géneros de forma separada: drama, thriller, terror, o musical, cuando lo más cautivador sería que dentro de un globo dramático no pudiéramos hacer la división de géneros. ‘Last Night in Soho’ se mueve con soltura en todos ellos de forma honesta aunque, con cierta simplicidad que provoca una reiteración de elementos y recursos que se repiten a lo largo del metraje.

Los puntales más potentes se encuentran en el dúo interpretativo entre Eloise (Thomasin McKenzie) y Sandie (Anya Taylor-Joy), dos almas, cada una en un lado del espejo, con sus particulares ilusiones y demonios. La frescura y rotunda presencia de Thomasin Mckenzie, suman  con el magnetismo natural al que nos tiene acostumbrados últimamente Anya Taylor-Joy. De obligada mención son los papeles que nos reservan Diana Rigg, dentro de su póstumo papel, y un impresionante e intrigante Terence Stamp que se adueña de la película durante sus apariciones.

El deslumbrante diseño de producción se convierte en un protagonista más. Esas calles en la nocturnidad de Londres, esas tiendas, clubs, pubs, performers, y la música que inunda cada recodo del film para intentar hablar con voz propia. Impresionante la fusión de música e imagen con mensaje durante los compases del ‘Eloise’ de Barry Ryan en la secuencia del pub. Sobresaliente el diseño de vestuario con vestidos y trajes confeccionados con rigor y pasión supina. La partitura de Steven Price, aunque acertada e inspirada, se ve eclipsada por las omnipresentes canciones.

Edgar Wright gira las tuercas a conceptos preexistentes, y los envuelve en un efectivo papel brillante. Abusa insistiendo con momentos que pesan en la duración del film, y desborda el conjunto con demasiados personajes sin un verdadero aporte. Me hipnotiza con sus arrebatos y deudas con el giallo italiano. Además su reinvención le honra apuntando directamente a ellos con resultados muy interesantes.

Y recuerden, ni cualquier tiempo pasado y futuro fueron ni serán mejores. El tiempo y la vida son los que son. You can always go Downtown.

Publicado originalmente por Marcos.B el 21 de noviembre de 2021 en CINE MI AMOR ©

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