ESPACIO SEMINCI. DOCUMENTAL EN CORTO.

Carmen Castaño, responsable de Espacio Seminci, durante la presentación de la jornada celebrada el 31 de mayo de 2022. Sentados Arturo Dueñas, Isabel Blanco y Roberto Lozano

No cabe lugar a las dudas después de esta sesión. No después de escuchar atentamente las palabras de nuestros interlocutores invitados. Nunca después de la rotundidad con la que se estampan las intervenciones, sin temor a arrugarse el traje. Jamás una noticia, un informativo o un telediario podrá suplir al documental; la realidad hecha cine es otra cosa distinta a una simple noticia: es un revulsivo a las mentes inquietas que buscan una nueva apreciación del mundo que nos rodea. Se hace con pasión y sentimiento, se recibe con inquietud y con capacidad de sugestión. No se engañen: el documental no vende, es la visión íntima y personal de una mirada autoral. Un pensamiento proyectado en la gran pantalla, un desafío al espectador.

La Asociación Cultural de Cinematografía La Fila, liderada por Isabel Blanco desde 1994, no ha cejado en su empeño de enseñarnos a mirar el cortometraje; el microrrelato del cine, un suspiro y mínima expresión fílmica condensada en unos pocos minutos de duración. En esta jornada, La Fundación Municipal de Cultura de Valladolid junto con Espacio Seminci, conducido por Carmen Castaño, nos proponen tres visitas esenciales para comprender el cortometraje a través de diferentes ópticas.

El público asistente durante las intervenciones de Arturo Dueñas (izquirda) y Roberto Lozano (derecha)

Es Isabel Blanco, directora del Festival La Fila, la que nos introduce tres trabajos en corto y dos visitas excepcionales. El primero de ellos es ‘Dajla, Cine y Olvido’ de Arturo Dueñas (2021); aún con la nominación reciente a los premios Goya de la Academia del Cine. Un trabajo que originalmente ascendía a más de 40 minutos y que por razones de peso se aligeró a los 15 actuales. Un corto que se nutre de una observación autoral extrema, prescindiendo de cualquier floritura innecesaria. Arturo Dueñas,omite la oralidad para hacer denuncia social en medio de un campo de refugiados saharaui. Se limita a observar con planos largos generales el día a día del campamento y sus gentes y, como llegado el momento, la llegada y el revuelo del Festival Fisahara, con la rutina revuelta y esos espectadores sentados en medio de la noche en las dunas del desierto. Sonido directo, recoge los deseos, expresiones, frustraciones y esperanzas de sus gentes. Un trabajo recibido con tibieza en España hasta el comienzo de su recorrido internacional en más de 300 festivales alrededor del mundo. Una lavadora que se mueve, el sonido de los coches, el canto de las aves; es el propio desierto el que marca sus tiempos. La ausencia de partitura y un bello atardecer que cierra la vuelta a la “normalidad” de sus pobladores. Un rodaje complicado para el que fueron necesarios tres viajes de siete días cada uno.

La presencia de Roberto Lozano nos lleva a un punto totalmente distinto del corto documental. El guionista, realizador y productor nos conduce al drama de los refugiados afganos en Peshawar, Pakistán, en ‘Yelda, la Noche Más Larga’ (2009). La mirada da un giro de 180 grados, pues el punto de vista tiene lugar en Haaron, pequeño refugiado afgano con su familia, que se hace consciente del significado de ser estar fuera de su hogar. Un relato sobre la pérdida de la infancia, con una hermosa música de partitura de Eduardo Tarilonte y magistral fotografía del desaparecido Roberto Fraile, asesinado en Burkina Faso. Una complicadísima filmación, con varias amenazas, que relegaron al equipo de rodaje a trabajar en interiores en muchas de sus secuencias. En poco más de 11 minutos se nos hace parte de la vida de sus protagonistas o del pueblo Kalash, retratado con gran precisión y sorprendiendo al espectador. Contemplamos el vuelo alto de la cometa de Haaron, que parece rozar los rayos del sol; inmersos en una noche larga, casi eterna, a la espera de la vuelta a casa.

Además del trabajo de los dos directores vallisoletanos, se proyecta con la ausencia de su directora, ‘Igbadu. La calabaza de la Creación’(Carla Lyra, Brasil, 2004). Un estimulante trabajo audiovisual que retrata la herencia africana en los terreiros en Pernambuco. Un cortometraje documental que funde imagen real con animación ofreciendo un conocimiento de difícil acceso, entre antiguas deidades y la cadencia musical.

Carteles de los tres trabajos presentados durante la jornada

Como bien indicó una espectadora en el coloquio posterior, destaca la ausencia de ira y odio en las tres propuestas. Un ingrediente fundamental que desmarca al corto documental de los informativos, tantas veces contaminados con opiniones políticas de diversa índole.

Aquí, la presencia del realizador en sintonía con la mirada del espectador. No juzga, no valora; hace importantes las imágenes y el guion por sí mismos. A modo de un caleidoscopio, que con cada giro, obtiene una nueva imagen. La educación y la formación en la mirada crítica sin prejuicios ni valoraciones tóxicas. El corto documental, tan difícil de localizar a veces y a la vez tan necesario. Entrega y pasión, emociones a flor de piel.

Publicado y redactado originalmente por Marcos.B el 1 de junio de 2022 en CINE MI AMOR © Fotografías realizadas por Marcos.B ©

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Amante del 7º Arte
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3 respuestas a ESPACIO SEMINCI. DOCUMENTAL EN CORTO.

  1. Milagros Huici Astiz dijo:

    Muy bien contado lo que fue en verdad.Gracias a tod@s

  2. Lola Martinez dijo:

    Roberto Fraile falleció en Burkina Faso y no en Siria.

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